Los humanos hacemos múltiples elecciones y llevamos a cabo comportamientos complejos cotidianamente, aparentemente sin constreñimientos genéticos. Esto y la experiencia subjetiva presente virtualmente en todos los individuos y culturas, estaría mostrando una casi absoluta libertad comportamental de los humanos comparados con otros animales.
Pero
¿cómo hizo la evolución por selección natural para producir una especie como la
nuestra, que al menos aparentemente, no está limitada por imperativos
Darwinianos codificados en nuestros genomas? Dado que esta “libertad” o mejor,
plasticidad comportamental excesiva es algo peligroso desde la perspectiva
evolucionista pues elecciones equivocadas pueden hacer que nos manejemos de
formas que pueden ir en contra de nuestra propia supervivencia o aptitud o
fitness biológico. Aquí hay que hacer la aclaración; así una persona, en
determinada ocasión no se quiera reproducir, todo en biología tiene que ver con
evolución y dentro de la misma la reproducción es protagonista, pues es la
forma como los genes egoístas [3] pasan de generación en
generación. Entonces al éxito reproductivo se le llama fitness o aptitud
biológica y, repito, excesiva libertad comportamental puede llevar a un
libertinaje que vaya en contra de dicha aptitud lo cual no tendría sentido
Darwiniano. Es como si la evolución al darnos “libertad” comportamental a los
humanos fuera en contra de sí misma. En casos extremos se podría llegar como
llegar al suicidio, en el sentido figurado y literal de la expresión. Y es esa contradicción la que se pretende
explicar en este artículo.
Hay aquí hay que explicar términos que se nombraran en algunas ocasiones a lo largo de este escrito. El principal es Psicología Evolucionista que en términos generales se refiere al abordaje del comportamiento humano con herramientas propias de la evolución. En ese orden de ideas, el artículo que se está reseñando acá es de Psicología Evolucionista (PE). Pero en términos más estrictos, la PE es la suma de Psicología Cognitiva (parte de las humanidades) y Teoría Darwiniana de Evolución por Selección Natural [5]. En cuanto a este último componente (Darwinismo) no hay mucha diferencia entre las dos acepciones. Pero cuando se le introduce Psicología Cognitiva al estudio evolucionista del comportamiento humano, sí estamos tratando de PE de forma estricta. Esto último es lo que se conoce como la escuela de Santa Bárbara (Universidad de California en Santa Bárbara: UCSB) [10]. La diferencia principal es la Psicología Cognitiva le introduce el concepto de modularidad al estudio de la mente. La PC es la teoría computacional de la mente, en la cual el cerebro corporizado es el hardware, la mente el sistema operativo (parte de software) y los módulos son apps (la otra parte del software) que cada una se encarga de resolver un tipo particular de desafío y/o problema al que se enfrenta la mente.
Para ir redondeando, los grandes cerebros humanos son tan costosos que obviamente tienen una ventaja selectiva enorme. Y esa presión selectiva por mantener cerebros grandes debe haberse mantenido hasta nuestros días. Por lo cual el argumento, agregaría yo humanista, de que hemos escapado a la selección Darwiniana no es cierto. Sin embargo, pareciera que nuestro comportamiento (software) goza de cierta liberad con respecto a la selección natural sin escapar a ella. Pero nosotros, el animal físico (hardware) definitivamente estamos sometidos a selección. La pregunta que queda es como, a en cerebros corporizados (hardware) sujetos a selección, evolucionó un espectro comportamental tan variado, y aparentemente voluntario, que invita a pensar que tenemos libre albedrío.
Las herramientas han hecho del hombre la más adaptable de todas las criaturas [19] y el uso de herramientas ha promovido la evolución de los “poderes” mentales humanos [20]. Parece que ya es claro que la invención de las primeras herramientas precedió al hombre y su uso en primates prehumanos dio origen a los homininos (humanos) por medio de una retroalimentación positiva en la que el uso de herramientas favoreció de forma consistente y acumulativa la bipedalidad (marcha erguida) [21]. En otras palabras, el uso de herramientas requirió manos libres lo cual favoreció la marcha erguida, lo cual permitió el uso de herramientas (hasta llagar a armas en humanos) cada vez más sofisticadas. Todo esto resultó en que los homininos con sus herramientas iban modificando cada vez más su ambiente, es decir iban construyendo y alterando su nicho [22], resultando nuevas condiciones ecológicas y la consecuente selección actuando en varias partes del cuerpo, lo cual incrementó las ventajas selectivas del uso de herramientas aún más [21].
Otros científicos, han propuesto teorías de evolución humana basadas en la selección para llegar a hacer “cálculos sociales” complejos [5, 7, 23]. Dicho de otra forma, se ha propuesto que los humanos vimos, evolutivamente, nuestra inteligencia significativamente aumentada para solucionar los problemas que supone los conflictos intraespecíficos y para aprovechar las oportunidades que brinda la cooperación. Esto se vio aumentado conforme, a lo largo de la evolución humana, los grupos se hacían cada vez más grandes y dichos problemas y oportunidades se hicieron más complejos. Más aún, en psicología cognitiva se maneja el termino de “teoría de la mente” que no es más que tratar de adivinar lo que el otro está pensando y el proceso se puede a escalar hasta el punto de “yo sé que tú sabes que yo sé lo que tú estás pensando” (tercer grado de intencionalidad). Esta última carrera y los problemas y oportunidades que surgieron con el incremento de los grupos a lo largo de nuestra evolución hicieron de nosotros un animal político (Zoon Politikon según Aristóteles [24]). Y aunque no somos el único animal político, hemos llegado a tan lejos en este sentido que a todo esto se le conoce como el modelo de inteligencia Maquiavélica [25] (el fin justifica los medios) de evolución humana, término que surgió a partir del libro “El príncipe” del conocido el político italiano Nicolas Maquiavelo [5]. Hay una variedad de contextos en los cuales esta inteligencia social pudo haber sido favorablemente seleccionado: cortejo, competencia por oportunidades de apareamiento, comida, territorio, etc.
Esto del chisme como posible motor parcial de la inteligencia debe ser ampliado. En el párrafo anterior, autor del capítulo que se está reseñando acá [1], Michael Rose, obviamente está contradiciendo a contradiciendo a Robin Dunbar quien en su libro [23] “Acicalamiento, Chisme y la Evolución del Lenguaje Humano” defiende la tesis de que el chisme hace lo que para otros primates el acicalamiento. A través de este último, en muchos primates no-humanos se forman y fortalecen alianzas: “ráscame tú a mí y yo te rascaré a ti”. Pero en humanos, conforme los grupos fueron creciendo durante nuestra evolución, se hizo imposible que la mayoría de individuos se acicalaran con todos, lo cual fue reemplazado por acicalamiento vocal. Para mantener a los aliados felices, ahora uno solo necesita “acicalarlos” con sonidos vocales de bajo costo, mientras que simultáneamente las manos quedan libres para realizar otras tareas. El acicalamiento vocal gradualmente evolucionó en forma de lenguaje, inicialmente en forma de chisme. Otro autor que de pronto sin querer apoyar a Dunbar agrega más datos a esta hipótesis es Steven Pinker en su libro “Como Funciona la Mente” [6] pues agrega que en grandes grupos es imposible interactuar directamente con todos los miembros para evaluar la confiabilidad de cada uno de ellos, por lo cual surgió la buena reputación como una cualidad muy apreciada dentro de lo cual es fácil ver la función del chisme.
Como ejemplo veamos el problema de dos ciervos peleando ganar la oportunidad de aparearse. En teoría de juegos evolucionista, en esta situación surge lo que se llama una estrategia evolutivamente estable que se caracteriza por ser muy rígida cuando es adoptada por una población adaptada a un ambiente específico [27, 28]. Se presume que estas estrategias están biológicamente codificadas en cada individuo y son heredables. Los individuos, obviamente no tienen control sobre la estrategia y no saben que un juego se está llevando a cabo y mucho menos que son sujetos de la selección natural. Se puede concebir que surjan estrategias alternativas nuevas o raras pueden surgir ocasionalmente en el juego, por medio de un proceso como la mutación. Pero para ser una estrategia evolutivamente estable, debe ser resistente a estas alternativas. Volviendo al caso de la competencia entre ciervos para aparearse, el contexto incluye cuantas hembras hay para apararse, que tan afiladas y/o frágiles son las astas de los competidores, etc. Están son variables biológicas que dependen a su vez de la ecología y morfofisiología de la especie en cuestión. Y todas estas características no pueden ser deliberadamente alteradas por los ciervos en competencia. Y en general, la mayoría de animales no pueden hacer trampa porque las reglas de estos juegos están fijadas por la biología de la especie a la cual pertenecen. Por esto es que la teoría de juegos evolutiva funciona pues los mismos tienen reglas y contextos estables para los conflictos dentro de cada especie.
El problema para nuestros ancestros fue que la ventaja estratégica relativa dependió más de la facilidad con la cual nuevas tácticas pudieron ser improvisadas rápidamente en situaciones evolutivamente inestables, y no en la evolución de una buena estrategia estándar que especificara las circunstancias bajo las cuales un conjunto de tácticas fijas debería ser usadas. En otras palabras, la selección en el cerebro humano no fue solamente sobre que tan bien usted puede usar una lanza, pero también sobre qué tan rápido puede usar su sofisticación estratégica cuando está decidiendo su próximo movimiento dado un complejo conjunto de variables, incluyendo oponentes que pueden ser tan o más sofisticados que usted, como también cooperantes dentro de su grupo en caso de conflictos intergrupales.
El uso de proficiente de armamento mortal llevado en la mano fue lo llevó a altos grados de evolución de inteligencia social. La invención de nuevas armas y tácticas en nuestros ancestros crearon un juego evolutivo de segundo nivel. En una especie que está continuamente confrontado por cambios de reglas de en los juegos evolutivos, la estrategia más exitosa es llevar a cabo rápidos cálculos directos y no la especificación genética. El combate armado favorece la selección de estrategias sociales donde se lleven a cabo cálculos inminentes. Es decir, la inteligencia social versátil es seleccionada. Esta sería una razonable primera aproximación al problema de la evolución del libre albedrío.
Antes de avanzar más en la explicación de esta la teoría para la evolución del libre albedrío que se está Rose esboza en su capítulo [1], él llama la atención sobre un gran problema que enfrenta la selección para carreras armamentistas mentales: el costo en fitness (éxito reproductivo) de invertir en el cálculo de la estrategia. Como se explicó al principio de este artículo, tener un cerebro grande no es gratis. Y un cerebro muy grande cuando un neonato está pasando por el canal pélvico de su madre extremadamente riesgoso. Por lo tanto, opuesto las conjeturas sobre los beneficios de una estrategia de cálculo abierto están los costos Darwinianos de cerebros grandes y metabólicamente activos. Teorías de inteligencia social que ignoran este problema son como fantasías sobre los beneficios de los viajes espaciales que no tienen en cuenta las dificultades y costos de poner carga en el espacio.
De
todos modos, ninguna carrera mental armamentista por si sola, pudo haber generado el
espectacular incremento del tamaño cerebral e inteligencia que llevó a los
humanos de hoy en día. De modo que a pesar de la intuitiva plausibilidad de los
muchos escenarios de carreras mentales armamentistas que han sido propuestos en
los últimos 140 años, ninguna hipótesis es viable por si sola.
Imaginémonos un el número de estas funciones cerebrales de propósitos generales, las cuales son útiles tanto para propósitos ecológicos como para la competición social. La lista de estas funciones cerebrales podría ser: detección de enemigos; improvisación táctica; planeamiento secuencial; atención a los efectos colaterales de las decisiones tomadas; el modelamiento empático de las mentes de los conespecíficos, predadores, presas, etc. Los beneficios ecológicos de tales cálculos de propósitos generales para contingencias relevantes para el fitness, y su efectivo uso en la orquestación del comportamiento pueden haber dados grandes frutos evolutivos para su uso en las carreras mentales armamentistas. Bajo estas circunstancias, podemos esperar un incremento explosivo de la inteligencia generalizada, con el asociado incremento del tamaño cerebral durante nuestro proceso evolutivo.
Pero, se me ocurre a mí, que, aunque todo esto de la teoría amplificadora de carreras armamentística tiene que ver solo con biología evolutiva, si la llevamos a la psicología evolucionista que involucra además al cognitivismo, el cual pertenece al campo de las humanidades, ¿no iría dicha teoría en contra del modularismo cognitivo, en el sentido de que se supone que hay módulos para la solución de problemas específicos? Esto se solucionará cuando, en el futuro, lleguemos a unas neurociencias evolutivas (biología) cognitivas (humanidades).
Además de la filosofía, obviamente han emergido teorías del comportamiento humano en cuanto al libre albedrío, desde la ética, religión, etc. La perspectiva evolucionista dada aquí por Michael Rose es otro ejemplo de cómo las humanidades, en sentido amplio, están siendo biologizadas, tal como lo predijo EO Wilson desde los 1970s [4, 30, 31], y como lo atestigua más recientemente el editor del libro (El Puente de Darwin) al cual pertenece el capítulo reseñado aquí, Joseph Carroll [32, 33], experto, entre otras interacciones biología y humanidades, en el uso de la psicología evolucionista en el análisis de material narrativo, sobre todo de obras de literatura.
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| Full text draft available in: https://www.researchgate.net/publication/308586881_Literature_and_Evolutionary_Psychology.
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Excelente complemento a la Espiritualidad Científica.
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