Veíamos en el post inmediatamente anterior [3], que el surgimiento de armas de mano durante la evolución humana, rompió las reglas, en el contexto de teoría de juegos, del combate intraespecífico que en otros animales son fijas, pues sus armas (cuernos, astas, colmillos, etc.) son parte de su biología y como tal solo permiten el uso de tácticas predeterminadas. Las armas humanas cambiaron el juego en nuestro linaje pues entró la creatividad en el diseño y su uso ya no estaba constreñido por nuestra biología. Al romperse las reglas surgió la necesidad improvisar, sobre la marcha, en medio de un combate, por ejemplo, y ya tácticas genéticamente fijas no eran útiles como en los demás animales. Este hecho de tener que improvisar y ser creativos en contextos sociales (combates) pudo haber sido el motor primario de la evolución del libre albedrío a partir de una mente que reside en un cerebro que está limitado evolucionistamente en su crecimiento por la anatomía del canal pélvico femenino. Es decir, esta carrera armamentista (cada vez se hacían mejores armas de mano) durante nuestra evolución, permitió crear una mente que mostrara un comportamiento, aparentemente ilimitado en su espectro, y no constreñido genéticamente, a partir de un cerebro limitado por fuertes presiones selectivas en contra de su crecimiento filogenético. Pero esta carrera armamentista por sí sola no explica todo esto. Debe tenerse en cuenta su uso en contextos sociales, es decir el combate, donde entraran en juego cosas como alianzas entre individuos de un mismo grupo, jerarquías de dominancia, etc. Por eso Michael Rose en el capítulo [1] que se está terminando de reseñar en este post hace énfasis en el combate armado en un contexto social, para que se desarrollara no solo la inteligencia técnica para la fabricación de herramientas-armas, sino la inteligencia social también. Pero, además, para acabar de explicar todo el espectro de la inteligencia humana, estas habilidades deberían haber sido útiles en otros contextos. Por ejemplo, la habilidad para el uso de armas en combate también debió haber sido útil para defenderse o al menos saber cuándo no enfrentar un predador y obviamente para matar presas, es decir en la caza. La lista de estas funciones cerebrales adicionales podría ser: detección de enemigos; improvisación táctica; planeamiento secuencial; atención a los efectos colaterales de las decisiones tomadas; el modelamiento empático de las mentes de los conespecíficos, y como ya se dijo, derrota de predadores, presas, etc. Esto crea un efecto amplificador de las carreras armamentistas como lo explica Rose en otro artículo suyo [4]. Todo esto en conjunto sí puede explicar el libre albedrío, una mente capaz de resolver muchos tipos de problemas, y como veremos a continuación, también da cuenta la espiritualidad humana.
En otras palabras, si se supone que fuéramos fundamentalmente racionales en la toma de nuestras decisiones, entonces debemos ser muy deficientes al hacerlo, dada la abundancia de evidencia de la propensión humana para hacer malas decisiones. Por lo tanto, un problema empírico significativo es la falta de evidencia en cuanto a que las personas adoptan comportamientos particulares impulsados por anticipadas consecuencias Darwinianas, dejando de lado a unos poquísimos sociobiólogos que pueden deliberadamente buscar oportunidades de reproducción de conformidad con sus conocimientos de los dictados y contingencias Darwinianas. Dejando esto último de lado, las personas entonces no experimentan un proceso subjetivo de cálculos Darwinianos en su mente.
Esto, aunque no es lo mismo, es reminiscente de la modularidad de la mente defendida por la psicología cognitiva, la cual, junto con la teoría Darwiniana de evolución por selección natural, forman el compendio-paradigma que se llama psicología evolucionista, especialmente en su concepción de la escuela de Santa Bárbara (Universidad de California en Santa Bárbara) dada su énfasis en la ya nombrada modularidad [7], que dice de cada uno de los módulos mentales se encarga de resolver problemas diferentes.
Lo que aparentemente se ve por el discurrir verbal de la experiencia subjetiva humana (por ejemplo, el que habla es el hemisferio cerebral dominante que en la mayoría de los casos es el izquierdo y algunas veces actúa en contravía del derecho) es que hay una sola mente humana en cada individuo. Esto se puede interpretar como indicativo de que el centro verbal está mostrando la presencia una cámara ejecutiva que es accesible por él mismo. Que nuestra experiencia subjetiva no revela cálculos Darwinianos explícitos a su vez sugiere que una o más cámaras, además de la que lleva a cabo las funciones ejecutivas que generan nuestra consciencia, se encarga(n) de la crucial función de coordinar nuestros comportamientos para que sean compatibles con fines Darwinianos. Esta idea es una nueva propuesta de Michael Rose consignada en el capítulo [1] que se está reseñando acá y es reminiscente de la idea de superyó Freudiano, por lo cual debe haber al menos dos cámaras ejecutivas (¿los dos hemisferios cerebrales?) si esta hipótesis es aceptada.
La idea de la multicameralidad podría ser contrastada con las ideas de Antonio Damasio en su excelente libro “El Error de Descartes” [10] que junto con las de otros neurobiólogos, están de acuerdo con la visión de la única posible organización para el funcionamiento del cerebro humano es la existencia de un consciente ejecutivo y muchos procesos subsidiarios e inconscientes.
Si seguimos con esta visión de Damasio que es compatible con la multicameralidad de Michael Rose, entonces tenemos que enfrentarnos con la anomalía evolucionista de que nuestro comportamiento no está genéticamente enfocado ni conscientemente organizado alrededor de metas Darwinianas. Pero la aparente anomalía de la falta de procesos de cálculos Darwinianos consientes en humanos, puede ser elegantemente resuelta al adicional la hipótesis de que en nuestra especie el libre albedrío Darwiniano esta corporizado por una cameralidad ejecutiva dividida, donde el mismo (el libro albedrío Darwiniano) estaría distribuido en dos o más centros de cálculo ejecutivos, en un panorama dentro del cual algunas de estas cámaras no tendrían acceso a los cálculos de otras.
Experiencia Espiritual
Entonces, en nuestra especie, la hipótesis esbozada en esta reseña propone que el mando general es llevado a cabo por un elaborado e inconsciente centro ejecutivo que de hecho nos dirige a nuestros “destinos vitales” aún si deja la navegación especifica al piloto consciente. En otras palabras, nuestros yos consientes son los operadores inmediatos de nuestros cuerpos, pero no la fuente de coherencia, dirección, motivación y propósito de nuestras vidas. Nuestros objetivos, intereses y acciones son generados por el ya mencionado centro ejecutivo elaborado y superior, aunque no estemos directamente conscientes del mismo. Por lo tanto, raramente hacemos elecciones como individuos realmente libres. En vez de esto último, las decisiones sobre la dirección de nuestras vidas son hechas por centros estratégicos que operan para supervisar nuestros yos conscientes.
Dada esta hipótesis de una función cerebral supervisora Darwiniana, debe haber efectos secundarios detectables de su funcionamiento, incluso si está separada del consciente. Las experiencias espirituales proporcionan abundante evidencia de tales efectos secundarios. Los movimientos e ideas religiosas generalmente involucran la suposición y evocación de un reino secundarios o “espiritual” poblado de entidades normalmente no visibles que son invocadas de alguna forma en las vidas humanas. Tales suposiciones pueden involucrar dichas entidades literalmente invisibles que acechan a nuestro alrededor o pueden suponer un tipo de invisibilidad explicada por el hecho de su ausencia, porque existen en otros sitios (tales como el Monte Olimpo, Valhalla o el cielo o paraíso bíblico), o en otros tiempos (durante el origen del mudo o en tiempos antiguos, por ejemplo).
Aunque
la diversidad de la experiencia espiritual es imposible caracterizarla de forma
simple, la misma claramente nos lleva a pensar en aspectos de la experiencia
humana que no están directa o inmediatamente accesibles a la conciencia, al yo,
pero tienen que ver con las evaluaciones morales y significado ético de nuestro
comportamiento (superyó). De hecho, una especie que no tuviera ningún tipo de
experiencia espiritual sería una candidata dudosa en cuanto a poseer un libre
albedrío Darwiniano multicameral.
Una llamativa característica de las experiencias espirituales a lo largo de todas las culturas es el hecho de que tienen muchos elementos en común. Típicamente hay un sentido de una “presencia”. Eso es, la sensación de otra persona o de alguna “fuerza” personalizada de alguna clase, en comunión con la persona que está teniendo la experiencia místico-religiosa-espiritual. Esto es obviamente el caso del tipo de oraciones que son integrales a la experiencia cristiana y musulmana. En este tipo de religiones se supone que uno debe establecer algún tipo de “contacto” con dios por medio del cual uno expresa sus deseos y esperanzas. Generalmente la oración es vista como un medio para obtener sabiduría. En tales casos, la persona que reza apela al “señor” por un tipo específico de entendimiento. De este modo, la persona puede rezar para entender una situación o persona difíciles en su vida, todo lo cual es una anticipación interesante a la psicoterapia.
Entonces
la experiencia religiosa o la espiritualidad se trataría de tener acceso a ese capitán
comparable o incluso equiparable al superyó. Para esto, algunos individuos o
grupos que buscan este tipo de experiencias han recurrido a drogas enteógenas
(teo = dios y gen = origen; es decir son drogas que darían origen a la
experiencia subjetiva de estar en contacto con “dios”) como el peyote entre
muchas otras [16, 17]. Pero otra forma de
acceder a este “reino espiritual”, a esta cámara normalmente no accesible que
es el superyó y verdadero capitán de nuestras vidas, se da cuando un individuo
tiene algún problema neurológico como crisis epilépticas de considerable
magnitud y que generalmente se dan con una hiper-excitación neuronal en el
hemisferio cerebral derecho, donde se encontrarían las estructuras religiosas
primarias [18, 19], haciendo que las
mismas escapen al control racional del hemisferio dominante, que como ya se
dijo, generalmente es el izquierdo, logrando que, según la cultura, el paciente
antes de una crisis epiléptica vea a
santos, ángeles y se sienta en contacto con “dios” [20]. Teniendo en cuenta
todo lo anterior y que los centros gerenciales del cerebro se encuentran en los
prefrontales (las partes del cerebro inmediatamente posteriores a la parte del
cráneo que llamamos frente), me pregunto yo ¿no será que el superyó se podría
localizar el frontal y/o prefrontal del hemisferio cerebral derecho, y en los
sitios homólogos del hemisferio izquierdo el yo? Porque para mí es claro que
hay una relación entre subconsciente y hemisferio derecho, y entre consciente y
hemisferio izquierdo, que dicho sea de paso es el parlante, o sea el que se
expresa verbalmente y esto tiene que tener una relación con la experiencia
subjetiva consciente. Y la aparente dominancia del hemisferio izquierdo se
daría porque en este último reside el piloto, el yo consciente que no sería más
que una marioneta presumida de ser libre cuando en realidad está bajo el mando
del superyó. O a lo mejor hay presencia del yo y superyó tanto en los
prefrontales izquierdos y derechos pues no hay que olvidar emblemático caso del
trabajador ferroviario Phineas Gage, quien en 1848 sufrió un accidente de
trabajo que afecto principalmente sus frontales y prefrontales izquierdo [21], después del cual se
convirtió en un individuo despreocupado e irresponsable, con una obvia ausencia
del accionar del superyó.
Las últimas oraciones del párrafo anterior
son atrevidas elucubraciones mías que requieren mucha más investigación de mi
parte. Muchas gracias por leer este post.
1. Rose MR. Darwinian
Evolution of Free Will and Spiritual Experience. En: Carroll J, McAdams DP,
Wilson EO, editores. Darwin's Bridge: Uniting the Humanities and Sciences. New
York, USA. Oxford University Press; 2016. p.69-85.
2.
Carroll J, McAdams DP, Wilson EO. Darwin's Bridge: Uniting the Humanities and
Sciences. New York, USA. Oxford
University Press; 2016.
3. Duque-Osorio JF. Carreras Armamentistas y
Evolución del Libre Albedrío: Una Visión desde la Psicología Evolucionista.
Puente Alto del Vergel, Ibagué, Tolima-Colombia. Blog "El Duque
Polímata"; 2022. Disponible en: https://www.juanferduque.com/2022/10/carreras-armamentistas-y-la-evolucion-darwiniana-del-libre-albedrio.html.
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4.
Rose MR. The mental arms race amplifier. Human Ecology. 1980; 8(3): 285-293.
5.
Dawkins R. The Selfish Gene. Oxford University Press; 1976.
6.
Duque-Osorio JF. Entendiendo
Correctamente el Hedonismo Epicúreo: El Placer con Racionalidad, Sabiduría y
sin Excesos. Puente Alto del Vergel, Ibagué, Tolima-Colombia. Blog "El
Duque Bipolar"; 2021. Disponible en: https://www.juanferduque.com/2021/12/entiendo-correctamente-el-hedonismo-epicureo-el-placer-con-racionalidad-sabiduria-y-sin-excesos.html.
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Uruguay: Universidad de la República; 2013. Disponible en: https://bit.ly/tesismanancerofreud.
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McLeod S. Freud's Id, Ego, and Superego. SimplyPsychology - Simply Scholar
2021. Disponible en: https://www.simplypsychology.org/psyche.html.
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Wilson EO. Sociobiology: The New Synthesis. Belknap Press of Harvard University
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15. Duque-Osorio JF. Introducción a la
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del Vergel, Ibagué, Tolima-Colombia. Blog "El Duque Bipolar"; 2022.
Disponible en: https://www.juanferduque.com/2022/01/introduccion-a-la-sociobiologia-de-eo-wilson-la-biologizacion-de-las-humanidades.html. Consultado el 28-Jun-2022.
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21. Carter R. The Human Brain Book: An Illustrated Guide to its Structure, Function, and Disorders. DK Publishing; 2019.
Excelente complemento a la Espiritualidad Científica.
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