Juan Fernando Duque-Osorio. Msc. 

Máster en Medicina - Esp. en Trastornos Afectivos - Biólogo Profesional

Carreras Armamentistas y Evolución del Libre Albedrío: Una Visión desde la Psicología Evolucionista

Resumen: El comportamiento humano aparentemente no está constreñido genéticamente dada su variabilidad virtualmente ilimitada. ¿Pero cómo puede generar el cerebro humano comportamiento ilimitado, si este órgano ha sido sujeto de fuerte selección Darwiniana en el sentido de que solo puede crecer hasta ciertos límites impuestos por la anatomía del canal pélvico femenino? Una explicación es la carrera armamentista durante nuestra evolución, aplicada la inteligencia técnica y social humanas. 



Este post es la reseña de una parte del capítulo “Evolución Darwiniana del Libre Albedrío y la Experiencia Espiritual” [1] de Michael R. Rose profesor del departamento de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de California en Irvine. Este capítulo pertenece al libro “El Puente de Darwin: Unificando las Humanidades y las Ciencias” [2] cuyo principal editor es Joseph Carroll  del Departamento de Inglés de la Universidad de Missouri, EUA.

Los humanos hacemos múltiples elecciones y llevamos a cabo comportamientos complejos cotidianamente, aparentemente sin constreñimientos genéticos. Esto y la experiencia subjetiva presente virtualmente en todos los individuos y culturas, estaría mostrando una casi absoluta libertad comportamental de los humanos comparados con otros animales. 

Pero ¿cómo hizo la evolución por selección natural para producir una especie como la nuestra, que al menos aparentemente, no está limitada por imperativos Darwinianos codificados en nuestros genomas? Dado que esta “libertad” o mejor, plasticidad comportamental excesiva es algo peligroso desde la perspectiva evolucionista pues elecciones equivocadas pueden hacer que nos manejemos de formas que pueden ir en contra de nuestra propia supervivencia o aptitud o fitness biológico. Aquí hay que hacer la aclaración; así una persona, en determinada ocasión no se quiera reproducir, todo en biología tiene que ver con evolución y dentro de la misma la reproducción es protagonista, pues es la forma como los genes egoístas [3] pasan de generación en generación. Entonces al éxito reproductivo se le llama fitness o aptitud biológica y, repito, excesiva libertad comportamental puede llevar a un libertinaje que vaya en contra de dicha aptitud lo cual no tendría sentido Darwiniano. Es como si la evolución al darnos “libertad” comportamental a los humanos fuera en contra de sí misma. En casos extremos se podría llegar como llegar al suicidio, en el sentido figurado y literal de la expresión.  Y es esa contradicción la que se pretende explicar en este artículo. 


Una forma de escapar a dicha contradicción sería invocar el argumento de los humanos de alguna forma “nos escapamos” de la evolución biológica. Por lo tanto, se supone que una grande y eficiente mente con finalidad abierta se nos ha dado como parte de nuestra evolución pleistocénica hominina (Hominina es la subtribu taxonómica que incluye las especies humanas de las cuales solo sobrevivimos los Homo sapiens). Esta es una teoría atractiva que le da sentido a la mayoría de emociones y pensamientos “contra-Darwinianos” que mostramos a diario. Esto es una postura antropocéntrica perfecta para los humanistas tradicionales que creen que somos muy diferentes a los “animales” y que escapamos a los razonamientos Darwinianos de los sociobiólogos [4] y psicólogos evolucionistas [5-7] sin dejar de lado que una mente con casi que ilimitada plasticidad (maleabilidad) no constreñida en absoluto por la genética, es reminiscente de la falaz noción de la tabula rasa [8, 9]


Hay aquí hay que explicar términos que se nombraran en algunas ocasiones a lo largo de este escrito. El principal es Psicología Evolucionista que en términos generales se refiere al abordaje del comportamiento humano con herramientas propias de la evolución. En ese orden de ideas, el artículo que se está reseñando acá es de Psicología Evolucionista (PE). Pero en términos más estrictos, la PE es la suma de Psicología Cognitiva (parte de las humanidades) y Teoría Darwiniana de Evolución por Selección Natural [5]. En cuanto a este último componente (Darwinismo) no hay mucha diferencia entre las dos acepciones. Pero cuando se le introduce Psicología Cognitiva al estudio evolucionista del comportamiento humano, sí estamos tratando de PE de forma estricta. Esto último es lo que se conoce como la escuela de Santa Bárbara (Universidad de California en Santa Bárbara: UCSB) [10]. La diferencia principal es la Psicología Cognitiva le introduce el concepto de modularidad al estudio de la mente. La PC es la teoría computacional de la mente, en la cual el cerebro corporizado es el hardware, la mente el sistema operativo (parte de software) y los módulos son apps (la otra parte del software) que cada una se encarga de resolver un tipo particular de desafío y/o problema al que se enfrenta la mente.

Volviendo a la cuestión de la aparente libertad total del comportamiento humano, la solución del “escape de los constreñimientos genéticos” que propone una mente de finalidad abierta y que tendría capacidades ilimitadas presenta varios problemas. Si fuera así tendríamos cerebros todavía más grandes para albergar mentes más grandes. Pero esto no posible pues la selección natural en contra de un mamífero erguido con un cerebro grande es intensa. Por lo cual se puede ir viendo que nuestra mente y cerebro (sistema operativo y hardware, respectivamente según la psicóloga cognitiva [5]) no escapan a la evolución biológica y por lo tanto sí están genéticamente condicionados. Mas aún la nombrada selección en contra de cerebros grandes, es una de las mejores documentadas de todas las formas de selección natural actuando en Homo sapiens [11, 12]. 

Los costos energéticos de la preñez y lactancia humana son considerables, lo cual por cierto es desproporcionadamente aportado por las hembras humanas [13], sin dejar de lado que el cerebro humano en desarrollo no puede prescindir de la proteína y grasa animal [14, 15] en lo cual son protagonistas los machos como cazadores de grandes presas, mientras que las mujeres además de recolectar se podían ver involucradas en caza de animales pequeños [16]. Entonces el desarrollo intra y extrauterino y crianza de un infante humano es muy costosa comparada con aquellos de otros animales. Y dentro de todo lo que más aumenta los costos es el desarrollo cerebral. Y este patrón continua a lo largo de la vida del individuo pues el metabolismo cerebral usa hasta el 40% de las calorías gastadas por el cuerpo humano y hasta el 20% del oxígeno total consumido [17]. 

Para ir redondeando, los grandes cerebros humanos son tan costosos que obviamente tienen una ventaja selectiva enorme. Y esa presión selectiva por mantener cerebros grandes debe haberse mantenido hasta nuestros días. Por lo cual el argumento, agregaría yo humanista, de que hemos escapado a la selección Darwiniana no es cierto. Sin embargo, pareciera que nuestro comportamiento (software) goza de cierta liberad con respecto a la selección natural sin escapar a ella. Pero nosotros, el animal físico (hardware) definitivamente estamos sometidos a selección. La pregunta que queda es como, a en cerebros corporizados (hardware) sujetos a selección, evolucionó un espectro comportamental tan variado, y aparentemente voluntario, que invita a pensar que tenemos libre albedrío. 

Muchas teorías de selección humana para algún tipo de inteligencia involucran escenarios específicos en cuanto a ecología en al África pleistocénica; mal clima, dependencia en la caza, el autocontrolarse para mantener una monogamia al menos aparentemente, una división de los roles entre sexos, etc. [18]. Aunque estas teorías seguramente son correctas, dada la falta de máquinas del tiempo, son difíciles de comprobar científicamente y además son extremadamente detallistas por lo cual, el autor del artículo que se está reseñando aquí [1] Michael Rose, las agrupa en dos categorías: selección para “inteligencia técnica” por un lado, y por el otro para “inteligencia social”. 

Las herramientas han hecho del hombre la más adaptable de todas las criaturas [19] y el uso de herramientas ha promovido la evolución de los “poderes” mentales humanos [20]. Parece que ya es claro que la invención de las primeras herramientas precedió al hombre y su uso en primates prehumanos dio origen a los homininos (humanos) por medio de una retroalimentación positiva en la que el uso de herramientas favoreció de forma consistente y acumulativa la bipedalidad (marcha erguida) [21]. En otras palabras, el uso de herramientas requirió manos libres lo cual favoreció la marcha erguida, lo cual permitió el uso de herramientas (hasta llagar a armas en humanos) cada vez más sofisticadas. Todo esto resultó en que los homininos con sus herramientas iban modificando cada vez más su ambiente, es decir iban construyendo y alterando su nicho [22], resultando nuevas condiciones ecológicas y la consecuente selección actuando en varias partes del cuerpo, lo cual incrementó las ventajas selectivas del uso de herramientas aún más [21]

Otros científicos, han propuesto teorías de evolución humana basadas en la selección para llegar a hacer “cálculos sociales” complejos [5, 7, 23]. Dicho de otra forma, se ha propuesto que los humanos vimos, evolutivamente, nuestra inteligencia significativamente aumentada para solucionar los problemas que supone los conflictos intraespecíficos y para aprovechar las oportunidades que brinda la cooperación.  Esto se vio aumentado conforme, a lo largo de la evolución humana, los grupos se hacían cada vez más grandes y dichos problemas y oportunidades se hicieron más complejos. Más aún, en psicología cognitiva se maneja el termino de “teoría de la mente” que no es más que tratar de adivinar lo que el otro está pensando y el proceso se puede a escalar hasta el punto de “yo sé que tú sabes que yo sé lo que tú estás pensando” (tercer grado de intencionalidad). Esta última carrera y los problemas y oportunidades que surgieron con el incremento de los grupos a lo largo de nuestra evolución hicieron de nosotros un animal político (Zoon Politikon según Aristóteles [24]). Y aunque no somos el único animal político, hemos llegado a tan lejos en este sentido que a todo esto se le conoce como el modelo de inteligencia Maquiavélica [25] (el fin justifica los medios) de evolución humana, término que surgió a partir del libro “El príncipe” del conocido el político italiano Nicolas Maquiavelo [5]. Hay una variedad de contextos en los cuales esta inteligencia social pudo haber sido favorablemente seleccionado: cortejo, competencia por oportunidades de apareamiento, comida, territorio, etc. 

Reuniendo los dos tipos de inteligencia mencionadas, el uso extensivo de herramientas proporcionó un contexto selectivo para la inteligencia social. Herramientas sostenidas por la mano para la caza de animales grandes también pueden ser usadas para herir o matar a oros humanos. Esto es un hecho cardinal que condiciona la evolución humana. El conflicto entre grupos conespecíficos se ha observado en chimpancés [26], por lo cual, lo más seguro es que hay empezado a evolucionar en primates prehumanos. Pero en nosotros es notable el uso de sofisticadas armas derivadas de herramientas. Además, el conflicto armado pudo crear ventajas para aquellos individuos que adoptaran mejores tácticas, incluyendo alianzas para atacar y/o defenderse de otros grupos. Esto sería un mucho mejor contexto para la invocación del chisme (solo es un aspecto de la inteligencia social) pues el combate armado puede producir grandes efectos en el fitness, debido al riesgo de muerte, castración, etc.

Esto del chisme como posible motor parcial de la inteligencia debe ser ampliado. En el párrafo anterior, autor del capítulo que se está reseñando acá [1], Michael Rose, obviamente está contradiciendo a contradiciendo a Robin Dunbar quien en su libro [23] “Acicalamiento, Chisme y la Evolución del Lenguaje Humano” defiende la tesis de que el chisme hace lo que para otros primates el acicalamiento. A través de este último, en muchos primates no-humanos se forman y fortalecen alianzas: “ráscame tú a mí y yo te rascaré a ti”. Pero en humanos, conforme los grupos fueron creciendo durante nuestra evolución, se hizo imposible que la mayoría de individuos se acicalaran con todos, lo cual fue reemplazado por acicalamiento vocal. Para mantener a los aliados felices, ahora uno solo necesita “acicalarlos” con sonidos vocales de bajo costo, mientras que simultáneamente las manos quedan libres para realizar otras tareas. El acicalamiento vocal gradualmente evolucionó en forma de lenguaje, inicialmente en forma de chisme. Otro autor que de pronto sin querer apoyar a Dunbar agrega más datos a esta hipótesis es Steven Pinker en su libro “Como Funciona la Mente” [6] pues agrega que en grandes grupos es imposible interactuar directamente con todos los miembros para evaluar la confiabilidad de cada uno de ellos, por lo cual surgió la buena reputación como una cualidad muy apreciada dentro de lo cual es fácil ver la función del chisme. 

La explicación hipótesis de Dunbar sobre el chisme, puede que funcione como motor parcial de la inteligencia social y como ya se dijo, como insumo para la evolución del lenguaje humano. Pero como bien lo dice Rose, el uso de armas (herramientas letales) en contextos sociales como los conflictos armados, forma una explicación mucho más global y clave de la evolución humana en su con conjunto pues, repito, y entre otras cosas, el último autor nombrado está reuniendo los dos tipos de inteligencia, la técnica y la social.

Como ejemplo veamos el problema de dos ciervos peleando ganar la oportunidad de aparearse. En teoría de juegos evolucionista, en esta situación surge lo que se llama una estrategia evolutivamente estable que se caracteriza por ser muy rígida cuando es adoptada por una población adaptada a un ambiente específico [27, 28]. Se presume que estas estrategias están biológicamente codificadas en cada individuo y son heredables. Los individuos, obviamente no tienen control sobre la estrategia y no saben que un juego se está llevando a cabo y mucho menos que son sujetos de la selección natural. Se puede concebir que surjan estrategias alternativas nuevas o raras pueden surgir ocasionalmente en el juego, por medio de un proceso como la mutación. Pero para ser una estrategia evolutivamente estable, debe ser resistente a estas alternativas. Volviendo al caso de la competencia entre ciervos para aparearse, el contexto incluye cuantas hembras hay para apararse, que tan afiladas y/o frágiles son las astas de los competidores, etc. Están son variables biológicas que dependen a su vez de la ecología y morfofisiología de la especie en cuestión. Y todas estas características no pueden ser deliberadamente alteradas por los ciervos en competencia. Y en general, la mayoría de animales no pueden hacer trampa porque las reglas de estos juegos están fijadas por la biología de la especie a la cual pertenecen. Por esto es que la teoría de juegos evolutiva funciona pues los mismos tienen reglas y contextos estables para los conflictos dentro de cada especie.

Pero todas las anteriores limitantes no aplican para los homininos (incluye todas las especies estrictamente humanas) que usan herramientas para el combate. En este último caso, los contextos de los juegos evolutivos en los cuales toman lugar nuestros conflictos no están determinados de forma estable por la biología de la especie. A diferencia de astas, cuernos, garras o colmillos, las armas de mano homininas no hacen parte del individuo, no son parte de su biología; su diseño, fabricación y uso no fueron establecidas por herencia genética por lo cual en este caso no se puede establecer un juego evolutivamente estable.   En otras palabras, los humanos nos salimos de los constreñimientos que impone la biología a la hora de los conflictos intraespecíficos porque el diseño de nuestras armas no está determinado genéticamente, sino que es el resultado del nuestro ingenio y creatividad.

El problema para nuestros ancestros fue que la ventaja estratégica relativa dependió más de la facilidad con la cual nuevas tácticas pudieron ser improvisadas rápidamente en situaciones evolutivamente inestables, y no en la evolución de una buena estrategia estándar que especificara las circunstancias bajo las cuales un conjunto de tácticas fijas debería ser usadas. En otras palabras, la selección en el cerebro humano no fue solamente sobre que tan bien usted puede usar una lanza, pero también sobre qué tan rápido puede usar su sofisticación estratégica cuando está decidiendo su próximo movimiento dado un complejo conjunto de variables, incluyendo oponentes que pueden ser tan o más sofisticados que usted, como también cooperantes dentro de su grupo en caso de conflictos intergrupales. 

Aunque una pantera lleva a cabo un proceso en el cual decide cuando y como atacar su presa, está usando un conjunto estándar de tácticas. No es capaz de pensar “fuera de la caja” es decir de forma heterodoxa. En nosotros los humanos evolucionaron cerebros grandes para tener la libertad de improvisar diferentes estrategias en un mundo evolutivamente inestable, en vez de la evolución de estrategias preprogramadas que se ven en otros animales. 

El uso de proficiente de armamento mortal llevado en la mano fue lo llevó a altos grados de evolución de inteligencia social. La invención de nuevas armas y tácticas en nuestros ancestros crearon un juego evolutivo de segundo nivel. En una especie que está continuamente confrontado por cambios de reglas de en los juegos evolutivos, la estrategia más exitosa es llevar a cabo rápidos cálculos directos y no la especificación genética. El combate armado favorece la selección de estrategias sociales donde se lleven a cabo cálculos inminentes. Es decir, la inteligencia social versátil es seleccionada. Esta sería una razonable primera aproximación al problema de la evolución del libre albedrío. 


Para clarificar este argumento, consideremos la siguiente pregunta: ¿Por qué surge mayor flexibilidad del uso aprendido de armamento manual, incluyendo tácticas, es diferente a la versatilidad de negociar jerarquías de dominancia o la detección de tramposos dentro de un grupo? ¿Por qué el armamento introduce más inestabilidad que la selección de estrategias sociales intragrupales por sí misma? El punto clave de selección de carreras armamentísticas es que el armamento debilita la fijeza de los parámetros de los juegos evolutivos (otra vez aquí el término se refiere a teoría de juegos no solo al conflicto en sí) que giran alrededor de desenlaces disputados. Invertir en el cálculo de mejores estrategias selectivas sería la selección actuando dentro de un escenario social con parámetros estables, en el cual la biología subyacente a los costos y beneficios de estrategias alternativas permanecen fijas en la ausencia de armamento en constante sofisticación. De hecho, en aves que forman colonias, lo cual lleva a vidas sociales muy intensas, no ha evolucionado flexibilidad comportamental notable. En otras palabras, la presión social por sí sola no explica la evolución de cerebros grandes y mucho menos el albedrío. Lo que realmente cambia el juego es la carrera armamentista. 

Antes de avanzar más en la explicación de esta la teoría para la evolución del libre albedrío que se está Rose esboza en su capítulo [1], él llama la atención sobre un gran problema que enfrenta la selección para carreras armamentistas mentales: el costo en fitness (éxito reproductivo) de invertir en el cálculo de la estrategia. Como se explicó al principio de este artículo, tener un cerebro grande no es gratis. Y un cerebro muy grande cuando un neonato está pasando por el canal pélvico de su madre extremadamente riesgoso. Por lo tanto, opuesto las conjeturas sobre los beneficios de una estrategia de cálculo abierto están los costos Darwinianos de cerebros grandes y metabólicamente activos. Teorías de inteligencia social que ignoran este problema son como fantasías sobre los beneficios de los viajes espaciales que no tienen en cuenta las dificultades y costos de poner carga en el espacio.

De todos modos, ninguna carrera mental armamentista por si sola, pudo haber generado el espectacular incremento del tamaño cerebral e inteligencia que llevó a los humanos de hoy en día. De modo que a pesar de la intuitiva plausibilidad de los muchos escenarios de carreras mentales armamentistas que han sido propuestos en los últimos 140 años, ninguna hipótesis es viable por si sola.

 

Pero, ¿qué tal si un cálculo social del funcionamiento cerebral que involucre la detección de enemigos también les dé a aquellos que lo poseen la habilidad de detectar peligros como la presencia de depredadores? En este escenario, los costos de esta capacidad “social” de detección de enemigos son compensados evolutivamente por los beneficios de evadir predadores, tales como grandes felinos. O, que tal si el desarrollo de capacidades analíticas más poderosas para lograr una mayor penetración mortal de un arma en un combate nos dio habilidad comparable para adaptar el uso de lanzas para penetrar los cuerpos de nuestras presas. En cualquier caso, las carreras armamentísticas en nuestros cálculos sociales pueden proporcionar beneficios en otros contextos. En palabras del propio Rose, pero en otro artículo [29], todo eso puede ser el caso de una “perfecta amplificación” de las carreras mentales armamentísticas. La explicación es entonces que, para características como la capacidad general del cerebro para detectar enemigos, las carreras armamentistas amplificadas debieron haber producido un incremento rápido de la detección de enemigos, lo cual se puede manifestar anatómicamente en incrementos en tamaño cerebral. 

Imaginémonos un el número de estas funciones cerebrales de propósitos generales, las cuales son útiles tanto para propósitos ecológicos como para la competición social. La lista de estas funciones cerebrales podría ser: detección de enemigos; improvisación táctica; planeamiento secuencial; atención a los efectos colaterales de las decisiones tomadas; el modelamiento empático de las mentes de los conespecíficos, predadores, presas, etc. Los beneficios ecológicos de tales cálculos de propósitos generales para contingencias relevantes para el fitness, y su efectivo uso en la orquestación del comportamiento pueden haber dados grandes frutos evolutivos para su uso en las carreras mentales armamentistas. Bajo estas circunstancias, podemos esperar un incremento explosivo de la inteligencia generalizada, con el asociado incremento del tamaño cerebral durante nuestro proceso evolutivo. 

Esta es la teoría amplificadora de la carrera armamentística mental. Predice que le evolución de altos niveles dei inversión en funciones cerebrales generalizadas, las cuales funcionan tanto parala solución de problemas sociales y no sociales, son útiles tanto en el cortejo como en el engaño de presas por solo citar un par de ejemplos. Y es muy importante entender que solo tales capacidades generalizadas de solución de problemas serías selectivamente favorecidas para que, cada vez, pero de forma acumulativa en tiempo geológico, la maquinaria cerebral se incrementara a mayores y más altos niveles. Funciones cerebrales hipertrofiadas pero costosa que aumentaran el éxito reproductivo (fitness) solo por vía de inteligencia social o técnica, pero no ambas, no podrían haber evolucionado a niveles altos. Por lo tanto, este modelo predice que la evolución de inteligencia generalizada, y no una hecha de componentes hipertrofiados para la solución de problemas que son específicos para cuestiones particulares ya sea de tipo social o técnicos dado que no hay formas inteligencia social fijadas para mostrar patrones específicos o estereotipados. 

Pero, se me ocurre a mí, que, aunque todo esto de la teoría amplificadora de carreras armamentística tiene que ver solo con biología evolutiva, si la llevamos a la psicología evolucionista que involucra además al cognitivismo, el cual pertenece al campo de las humanidades, ¿no iría dicha teoría en contra del modularismo cognitivo, en el sentido de que se supone que hay módulos para la solución de problemas específicos? Esto se solucionará cuando, en el futuro, lleguemos a unas neurociencias evolutivas (biología) cognitivas (humanidades).

Para concluir, el paso clave para la evolución del libre albedrío ocurrió cuando nuestros ancestros homininos desarrollaron herramientas que desestabilizaron los juegos, tal que las mismas son útiles para adquirir comida, defenderse de predadores, etc. Otras especies tienen armamentos (astas, cuernos, colmillos) incorporado como parte de su anatomía, de modo que sus juegos evolutivos (teoría de juegos aplicada a evolución) actúa para generar estrategias bien definidas. Pero con implementos manuales, tales como cuchillos o lanzas, nuestros ancestros perdieron vieron desaparecer las reglas propias de un juego evolutivo estable. Entonces no hubo forma de la selección desarrollara estrategias comportamentales, genéticamente codificadas para nuestro comportamiento social, dado que la estrategia más exitosa dependió de la incidental evolución cultural compuesta, hasta cierto punto, del uso de armamento. Esto generó una carrera armamentista para el cálculo espontáneo de comportamiento social relativamente no especificado por la genética. De hecho, formas de calculo que fueron progresivamente más innovadoras e impredecibles. Naturalmente, una capacidad para los cálculos creativos podría ser usada contra individuos de la misma especie también podía ser usado contra presas potenciales o contra predadores. Este inusual nexo de circunstancias produjo un patrón selectivo de carrera armamentista amplificada, lo cual a su vez llevó a la evolución de un tipo particular de libre albedrío, sin importar que los filósofos consideren tal libertad Darwiniana relevante en alguna forma para sus nociones metafísicas de libre albedrío

Además de la filosofía, obviamente han emergido teorías del comportamiento humano en cuanto al libre albedrío, desde la ética, religión, etc. La perspectiva evolucionista dada aquí por Michael Rose es otro ejemplo de cómo las humanidades, en sentido amplio, están siendo biologizadas, tal como lo predijo EO Wilson desde los 1970s [4, 30, 31], y como lo atestigua más recientemente el editor del libro (El Puente de Darwin) al cual pertenece el capítulo reseñado aquí, Joseph Carroll [32, 33], experto, entre otras interacciones biología y humanidades, en el uso de la psicología evolucionista en el análisis de material narrativo, sobre todo de obras de literatura.
 
En el próximo post de este blog, veremos como todo lo relatado en este post se relaciona con la evolución de la experiencia “espiritual” que obviamente es exclusiva de nosotros los humanos.

Referencias Bibliográficas:

1. Rose MR. Darwinian Evolution of Free Will and Spiritual Experience. En: Carroll J, McAdams DP, Wilson EO, editores. Darwin's Bridge: Uniting the Humanities and Sciences. New York, USA. Oxford University Press; 2016. p.69-85.

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